miércoles, 27 de septiembre de 2006

Los sostenidos

Sabe muy bien que va a caerse; hace más de media hora que intenta sostenerse, pero sabe muy bien que, apenas dé un paso en falso, todo su cuerpo caerá, todo su orgullo caerá, vuelto un fardo que apenas sí notarán los caminantes menos dedicados. Demora esa inevitable caída lo más que puede, mientras se pregunta si realmente vale la pena demorar algo; si no sería mejor, después de todo, aceptar que el equilibrio estable jamás va a ocurrirle y dejar de buscarlo como si fuera un síntoma de urbanidad. La demora automáticamente, como se demoran las partidas, las risas, el final de las canciones. Ya no entiende muy bien qué lo incitó a ese vértigo, pero le parece vital seguir soportando -con las suelas incrustadas en el cemento- todo su peso, el de los fantasmas, el de su sombra. Y cuando realmente el mareo que le invade las entrañas pueda más que su tenacidad, apelando a una ingenuidad casi indestructible, tan sólo espera que el mundo le dé una tregua para volver a subirse sin que muchos se den cuenta.


Óleo: Imposturas, de Amelia Díez Cuesta


Vals para Laura - Esteban Morgado

domingo, 10 de septiembre de 2006

Alba en prosa








Il faut tout dire. La première des libertés est la liberté de tout dire.
Maurice Blanchot, L'entretien infini





Fervorosa y humillante, desde el estéril territorio de los sueños, desfigurando los párpados, salta al amanecer la ruinosa utopía. Y no es que no nos guste ni nos tengamos tanta pena como decimos, sino que parece tan frágil y tan sencilla, con esa manera inconformista que tiene de enamorarse de las luces, de jugar a la araña en medio de las autopistas. Nos parece hasta divertido pensar que es fácil someterse a ella, pero se diluye en las sábanas, sin una huella donde hundir los dedos ni una estela a quien sonreírle.


Óleo: Espirals, de Bel Llodrà Riera


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domingo, 3 de septiembre de 2006

Polifurcación


I here do give thee that with all my heart
Which, but thou hast already, with all my heart
I would keep from thee.
Othello, Acto I, Escena III.
Luz amarga me esperaba
en tu mano, era evidente
mas cualquiera que lo cuente
creerá que estará mintiendo.

Y qué he de hacer si aun siento
tu sol rodar por la casa
que la memoria me abrasa
que no pienso sino en esto.


Que la vanidad me suelta
salidas que no deseo
y por pensar que te veo
abrir de nuevo la puerta
quien debería estar ya muerta
se adueña de mi desvelo.