"...si todos los gustos fueran iguales, ¿qué sería del amarillo?"
El alienista, J.M. Machado de Assís
El alienista, J.M. Machado de Assís
Ya no sabemos si tenemos los pies en el lugar correcto o si están pegados a las manos, detrás de la nuca, saliendo de la boca. Nuestro ritmo de mimetización nos ha dejado exhaustos en la marea que no deja de presionarnos los oídos, confundiéndonos cada vez con mayor éxito.
No entendemos cuál es el paso siguiente, porque ni siquiera sabemos dónde tenemos los pies, ni hay un místico líder que nos muestre un faro que convertir en nuestra última esperanza. No podemos ni siquiera imaginar un estado diferente, ni mejor ni peor, porque carecemos de individualidad de pensamiento. Lo colectivo nos ha confinado a este cuerpo amorfo en el que, a fuerza de unir voces, de masacrarlas al límite para que se fundan unas con otras, ya no somos capaces de sintetizar una idea que pueda decirse nítida.
Ya a ninguno le hiere esta situación monstruosa de la que formamos parte; sería realmente inútil molestarse en sentir algo, cuando de inmediato ese sentimiento sería devastado por la amortiguación ambiente que reina en nuestra pequeña zona compartida. De manera que nos limitamos a presenciar el lento y desconcertante desmembramiento de cada uno de nosotros. En algún momento acabaremos unidos y sin memoria. Pero para eso falta. De momento el único problema es que no sabemos dónde tenemos los pies.
No entendemos cuál es el paso siguiente, porque ni siquiera sabemos dónde tenemos los pies, ni hay un místico líder que nos muestre un faro que convertir en nuestra última esperanza. No podemos ni siquiera imaginar un estado diferente, ni mejor ni peor, porque carecemos de individualidad de pensamiento. Lo colectivo nos ha confinado a este cuerpo amorfo en el que, a fuerza de unir voces, de masacrarlas al límite para que se fundan unas con otras, ya no somos capaces de sintetizar una idea que pueda decirse nítida.
Ya a ninguno le hiere esta situación monstruosa de la que formamos parte; sería realmente inútil molestarse en sentir algo, cuando de inmediato ese sentimiento sería devastado por la amortiguación ambiente que reina en nuestra pequeña zona compartida. De manera que nos limitamos a presenciar el lento y desconcertante desmembramiento de cada uno de nosotros. En algún momento acabaremos unidos y sin memoria. Pero para eso falta. De momento el único problema es que no sabemos dónde tenemos los pies.
Imagen: "Identidad", Oleo sobre lienzo, Martha Meza, 2007