miércoles, 29 de noviembre de 2006

La estática

Es probable. Dentro de muchas de las opciones que la realidad ofrecerá, suena factible una caída fatal, un abismo al final de la noche, una emboscada. Parece tan inevitable un deshielo, un golpe mal preparado, un suspiro congelado y roto. Tiene el boleto en la mano y solamente debe decidir usarlo o no. Los caminos le pasan por delante como hormigas cargadas de futuros que van a robarle, y no acierta a salvar uno, porque s o l a m e n t e e s u n o. Elegir significa renunciar a todo lo demás; es simplemente comenzar a tachar lo que no sucederá, confiarle el alma a un solo mercader, sin siquiera saber si uno será capaz de conquistar la risa cada mañana. Elegir le abre un vacío en su pecho empedrado de desconsuelos y tropiezos. Ya no sabe mantenerse en pie, pero le gusta tanto que el viento le aparte el pelo de la cara. Le gusta tanto tener ese boleto en la mano y no saber realmente hacia dónde volcar sus miedos y las arrugas del alma. Le parece doloroso y bellísimo usar el poder de caminar un sendero sin huella y sin horizonte, de abrirle paso a unas pupilas desorientadas y sedientas, de jugar del otro lado (siempre del otro lado), de acostarse a dormir en los ojos de alguien, que esa noche la eligió a ella, aun sin saberlo.

Es que en el fondo le importa tan poco que haya un abismo al final de la noche, aunque parezca cierto, aunque sea tan probable.


Imagen: "Viento de Silice", Óleo/lino, José Villalobos, 2000