martes, 28 de diciembre de 2004

souvenirs

'Los quería matar pero no los quería muertos'


El tacto mutilado

Se desvanecieron entre las paredes de la memoria, formaron ríos de sudor que la sequía asesinó. Dejaron surcos, se erosionaron, se enredaron; pretenciosos insistieron, mintieron, jugaron con las luces de colores inventadas, la falsa empatía. Congelaron los actos, agotaron los ahorros de sensibilidad, se apañaron, masticaron el reflejo de la realidad, solucionaron, pelearon, discutieron, fundieron el abismo y lo vistieron de kermés, destruyeron lo poco que por azar encontraron, pretendieron la salvación, creyeron en la reversibilidad, imaginaron finales perfectos, tuvieron miedo del ahora, de después, de contar el pasado, de mirarlo a los ojos, de quebrar la agonía permanente que gotea sobre la piel ya reseca, pecaron de soberbios, de infames, de eternos.
Invadieron desde su dominio, revolucionaron la casa, el alma, la ropa amontonada sin piel ni emoción. Juzgaron e hirieron. Luego sólo huyeron.

Indecisión semántica

Destello aguado en el más superficial de los tonos.
No decepción, nada perdido, ninguna esperanza derrotada y manchada de sangre en el cordón de la vereda. Ni siquiera un día con demasiada sombra.
Sólo un destello aguado y una música tenue -pero morbosa- que trepa a los ojos y desata su furia condensada. Sólo un vestigio de lo que nunca quise ser ni fui.
Una falsa nostalgia.
La impalpable idea de que me parezca extraño que no vengas a molestarme, a consolarme. La miserable espina de no conocerte.
La voraz certeza de que no soy del todo… esa parcialidad
que soy
por mucho que duela, por mucho que decepcione. Decepción. Eso
.

Demacradas destrucciones


Incontinencia del tiempo




Casi la misma canción. Un sonido gastado que recorre oídos atrofiados. El sol en la frente y nada efectivo el cristal azul. La mano aun hace sombra sobre la tinta. Mi tinta llena de sombra oscurece un papel que habría merecido mejor final. Todos han merecido mejores finales: la justicia poética es una quimera pretenciosa que no conoce más diversión que la histeria y se contenta con cursilerías y finales felices.
Quién me sacará los zapatos cuando me duerma. Y esta mancha llena de sol que me quema la cadera. Quién vendrá a romperme los pameos, a destrozar la coraza de tristeza que sigue fortaleciéndose. Quién te acariciará mientras dormís –Girondo no debería permitir que lo plagie en un papel diminuto, amarillo y viejo, en una silla caliente de un café enorme y repleto de nadie-. Pero nadie termina como debe. Vos, por ejemplo. Quién mirará tus párpados como si no fueran obstáculo para hablarle a tus ojos. Y no, cuidado, no confundir esta desesperación con pena, con lástima. Nunca me has dado pena y debería disculparme, decir que usted sabe, la catarsis, los etcéteras. Es mentira y poco importa. Las explicaciones no sirven más que para murmullo de conventillo.
Tu desierto y mi sangre no sirven más que de divertimento porque, verás, la justicia poética tiende al sarcasmo y a lo tétrico.
Quién mirará por sobre mi hombro para decirme que no puedo cruzar.
La costumbre se resiste a los cambios. La costumbre se adapta a los cambios. Nada más que por costumbre te regalaría lágrimas, sacrificios, si de algo sirvieran. A quién me acostumbraré, a quién nos resistiremos. Un final es sólo la transición, el camino hacia otro final que es sólo una excusa.



A quién le diremos que es indispensable, para tratar de creerlo, para creer que lo creíamos antes de decirlo.

domingo, 12 de septiembre de 2004

« la terreur de ce néant inévitable,
détruisant toutes les existences »

Maupassant

I

Cómo el ahogo detrás de los párpados
la inundación, la quimera asfixiada
cómo la comprensión de los relojes
en celeste derretido
en colectivo de media tarde
cómo la renuncia indeclinable del ser

el morbo del despertador levantando a la aurora
las ojeras azules del bisturí urbano

cómo el hallazgo, el silencio
las alas de cartón de la cobardía, los crisantemos
en mi entierro, las lágrimas dolidas que nadie derramará.



II

Destierros donde
duda la búsqueda, busca la duda
ausente herida doliente
cicatriz sin daga
destino consciente de la nada.

Silencio inconcebible, anhelo decepcionado
desilusión tiritante bajo cada suela
en cada terremoto



III

Ni siquiera una espina para sentir.

jueves, 26 de agosto de 2004



"Assim como falham as palavras quando querem exprimir qualquer pensamento, assim falham os pensamentos quando querem exprimir qualquer realidade."
Fernando Pessoa

martes, 24 de agosto de 2004

Pseudo Doppelgänger

no es necesario más
ya se ven los tigres en la lluvia

Invisible.


Nunca supe bien por qué me sacó de la lluvia esa tarde de domingo. Cualquier excusa falsa movía a abrigo disfrazado de abrazo. Nadie nunca supo qué motivos tuvo para ser la sombra de la luz urbana doliendo en la piel ajena, sangrando lágrimas de tinta, juntando cielo en un pañuelito húmedo, y sin embargo cuando simula caminar cerca...
- Ese silencio que se parece a ¿pensar?
- En que nunca te entendí mucho.
Nunca entendiste mucho, que es distinto. Tanta realidad corta la farsa de sutileza. Error, error... tanto Rubén y princesita hacen mal; fijáte que era lo único que tenía sentido porque no hay nada más irreal que el hecho de que la luna se parezca a la luna. Es trágico si lo pensás.


Y no bastaban los ojos. Sus ojos directo al nadir, contra acción abierta al más modesto vuelo de espíritu,. Ahora podría, ahora quisiera.
- Una pregunta.
- ¿Dónde?
¿Puedo? Maravillosa facilidad para la propiedad lingüística, pero claro que podés, me gustan los juegos. No es juego, calco borroso de Breton, nada de juego. Triste. No me importa; ¿qué ves en mí?. A mí; soy tus ojos.


Tampoco creo que hayas entendido mucho alguna vez. Intenté mostrarte demasiado, esquizofrénicamente comprensiva. El mundo posaba su frazada sudorosa sobre mis espinas pero es difícil comprender, yo sé que es difícil recorrer el sótano de la filosofía de oferta sin perder la dignidad, sin terminar un domingo a la tarde bajo la lluvia.
- Tu alma es como un cuadro de Frida Kahlo.
- Con un poco menos de vísceras. Igual te agradezco, infinitamente, aunque voy a abstenerme de interpretarte.
- La ley del menor esfuerzo, ¿no?


No creo que hayamos entendido que no nos une cariño ni rechazo. Tampoco el instinto de la anatomía. Comprensión del si sentido que teje de auroras la débil patología psíquica que se dice noche. A veces una lágrima hace verano.
- Solía pensar que nunca manejamos el mismo dialecto.
- Estás demasiado sensible, dejá de escribir.
Perdón, nunca me salió eso de la calidad literaria. Y se te nota.


Seguirá pasando el vértigo por las calles céntricas mientras los gritos ahogados derrumban las gargantas y el despertador es inverosímilmente más importante que el apocalipsis. Seguiré pensando que el azar dio motivos parecidos a la justicia poética. Soñará la gente su vida anestesiada y desdeñaremos la cursilería aunque leamos de a ratos el poema número quince. Jadearemos angustia, atacaremos sábanas floreadas, juraremos que jamás y prometeremos que siempre. No entendí, no entendió ni entenderemos nunca pero no tiene por qué importarnos.
¿Te parece que no nos importe?
Y es tan hermoso el entendimiento de la incomprensión que hasta me parece natural que seas vos y no yo quien ahora está escribiendo esto mientras yo lo arrebato para leer.

viernes, 20 de agosto de 2004

Infalible manera de asegurarse


El equilibrio de la conciencia

Adiestrar los añicos anímicos
colgando del penúltimo hilo
juzgar las tragedias
compartir anónimamente la fatalidad
de reloj cobarde, de la angustia incipiente.
Deshacer la febril sensación de lo efímero
de la tortura insulsa
-si-ni-siquiera-sabe-a-dolor.
Padecer silenciosamente la sonrisa pintada
retrato de la agitación interna
y jamás olvidar la apariencia alegre
que reviste los muros corporales.
Amenazar al fracaso, asesinar al miedo
cosechar los buenos gestos del destino
y nunca ceder a la tentación de mirar atrás
nunca sospechar la evidente mentira.



  • En biblioteca de Famaf, entre tantos libros y tan pocos.

Sintaxis herrumbrada


«Le tout est de tout dire
et je manque de mots
et je manque de temps
et je manque d’audace»
Paul Éluard


Al menos si un adjetivo arcaico
lograra el vuelo sin rejas 
de la cualidad enmarcada
y embalsamada en la forma cerrada
de la resistencia inocua
si acaso la expresión justa
rozara los párpados
canjeara anhelos
corroyera almas
si la descripción correcta no fuera tan obstinada

y se dejase convencer para dominar
esta tinta cansada de garabato verseado

si pudiera suceder que
un asomo de acierto ronde
tanta estrofa manchada de desperdicio
tanto sabor a disonancia
tanto desconsuelo errante
si el alter ego de la literatura no fuera
esa mixtura confusamente cómoda
tan cartel de neón
tan ochenta minutos
tan contratapa
si el acierto no fuese tan sospechoso de inutilidad
e inconveniencia

sobre todo
si la clara conciencia del latir
de mi pluma no extirpara frases
correctas, rima consonante,
métrica justa y cada sonrisa
no fuera una confesión catartica.
si me atravesara lo inenarrable ya dicho
la retórica de la perfección desvirtuada
el brillo trágico de la transcripción de esencias
tal vez entonces tal vez
sentiría que escribo.



11.02 pm

Desvelo diurno
ensoñación raquítica
el recuerdo que no carcome la desolación
la sucesión


del sueño, los males
el iletrismo, los deseos
sus pestañas, mis cantares


la desolación que no carcome el recuerdo


la palabra de los dientes, lo que nunca me dijeron
los mapas que perdí, la solución perpetua


lo que nunca te conté


carcome que no recuerde la desolación




son recuerdo del recuerdo sabiendo que es olvido
y acaso jamás lo sepas.

Refugio de lo concreto

Si te hubieras visto ese día, tan zapato olvidado bajo la cama. Si te hubieras visto me habrías dado la razón; te divertiría. Pero ambos sabemos que la razón sucede al pensamiento y antecede al silogismo. Ambos sabemos de la incoherencia de tener, verdaderamente tener, razón en la cúspide silenciosa de la demencia ostensible y afirmada.
Ambos sabemos de la sal en los labios, curioso disfraz en las tardes derrumbadas, ruinas de la esperanza sangrante, del beso acurrucado, del asesinato sin título.
Si te hubieras visto como te vi yo, tan íntegro, tan vos, tan yo suicida, tan admirablemente infinito. Los dos supimos, si algo supimos. Si me hubieras visto.
Los dos entendemos el idioma de los escombros, los dos fuimos cristalería y sinfonía cuasi perpetua de reproducción de añicos indestructibles.
Insisto, si te hubieras visto. Los ojos ahogados, la voz inalterable, la decisión insegura, la insistente, desoladora y tirana tristeza, el alma, el arma en la mano, la precisión, la bala en mi pecho. Si lo hubieras visto.

Aceleración de la gravedad (en todo sentido)

Sin tropiezo, sin miradas cautelosas, ni palabra de anestesia. Sin búsquedas, sin miedos, sin obligaciones ni extorsiones.
Sin yo, sin del otro lado yo, sin angustia ni luz. Sin astucia ni calzado, sin voz ni grito ni sombra. Sin tiempo ni integral, sin espacio, sin latido ni despedida. Sin nos vemos, ni dios,
ni ilusión; sin crueldades, sin reloj ni llego tarde. Sin buen día, sin te quise ni no quise.
Sin perdones, sin rodillas, sin amargo, sin embargo. Sin dudas ni consciencia ni banderas, sin mal, sin desprolijo, sin poesía. Sin percepción ni perfume. Sin colchones, sin tu oído, sin el mío.
Sin el gusto de la sombra salpicada, sin pared ni cemento, sin un alma. Sin pobreza de palabra, sin expresión ni sonrisa, sin lluvia de madrugada, sin absurdos, sin cornisas.
Sin la mortaja de nada, sin patrulleros, sin flores. Sin ya vuelvo, sin honores, sin papeles ni sueldo, sin suicidios de colores, sin la muerte, sin duelo.

Recuerdo de nada

Todavía queda un arcón viejo
supervivencia de una partida ajada
boletos que deben haber llevado a un lugar
que me empecino en no haber conocido
fotos de gente que nadie recuerda
agonías de papeles a medio escribir, monumentos a las expresiones calladas, agotadas en un cajón vacío de conciencia y de historia, del espanto vestido de uniforme.


Aun queda la sonrisa ingenua de las tardes olvidadas
en las que pestañeos esporádicos engullían las horas
aun la frontera, desesperación de escape
aun el desenfreno de la posibilidad de la utopía
todavía una lápida a la que aferrarse.

Insensibilidades esenciales

El beso mudo de hiriente madrugada
hecho a medida de anhelos ya perdidos
las búsquedas inertes, la insulsa carcajada
la pretenciosa lucha de lo que he querido.


La oración triste, las fechas, los cristales
rotos de ausencia, deshechos por el frío
de la angustia partida. Tan cobarde
sabe ahora un amague del olvido.


Si te quiero todavía es porque nunca
volveré a quererte, no hay futuros
que inciten al suicidio de miradas.


El ahogo de mi pulso, la coartada
de que hoy todo me sepa tan oscuro
me devuelve otra vez hacia mi nada

  • Cursilerías desastrosas -en un futuro cercano destruidas- desde un espíritu inoperante.

Espiral descendente



cuando los trenes apaguen la coraza

(aguado diccionario que recubre el desconcierto)
cuando el diccionario recubra los trenes

(gigante herida rozando entrañas, comiendo pulsos)
cuando la herida coma al diccionario

(desgastado coraje que insiste en el terciopelo)

y el terciopelo roce la herida


cuando la ficción te acaricie los párpados

y las caricias apaguen los pulsos
cuando las entrañas cosan los sonidos

que desgastan al gigante aguado que come los trenes
cuando el diccionario desconcierte a la herida


de la coraza roída por el coraje
y el tiempo duerma en la memoria perdida
cuando juegue el sueño rebotando en el tiempo
no habrá máscara que resista.


  • Claro que la escalera es ni siquiera ilustrativa.

Raído contenido y cruce de significados.

Laberintos de la Resistencia


Refugios para no abandonarse a la realidad ni retroceder a ella.

El orden de los textos se rige sólo por el poco burocrático criterio del Azar -aunque el formato se vea limitado- y la temática, a veces inhallable, obedece a la vigilia sonámbula que me acecha.