viernes, 20 de agosto de 2004

Refugio de lo concreto

Si te hubieras visto ese día, tan zapato olvidado bajo la cama. Si te hubieras visto me habrías dado la razón; te divertiría. Pero ambos sabemos que la razón sucede al pensamiento y antecede al silogismo. Ambos sabemos de la incoherencia de tener, verdaderamente tener, razón en la cúspide silenciosa de la demencia ostensible y afirmada.
Ambos sabemos de la sal en los labios, curioso disfraz en las tardes derrumbadas, ruinas de la esperanza sangrante, del beso acurrucado, del asesinato sin título.
Si te hubieras visto como te vi yo, tan íntegro, tan vos, tan yo suicida, tan admirablemente infinito. Los dos supimos, si algo supimos. Si me hubieras visto.
Los dos entendemos el idioma de los escombros, los dos fuimos cristalería y sinfonía cuasi perpetua de reproducción de añicos indestructibles.
Insisto, si te hubieras visto. Los ojos ahogados, la voz inalterable, la decisión insegura, la insistente, desoladora y tirana tristeza, el alma, el arma en la mano, la precisión, la bala en mi pecho. Si lo hubieras visto.

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