martes, 24 de agosto de 2004

Pseudo Doppelgänger

no es necesario más
ya se ven los tigres en la lluvia

Invisible.


Nunca supe bien por qué me sacó de la lluvia esa tarde de domingo. Cualquier excusa falsa movía a abrigo disfrazado de abrazo. Nadie nunca supo qué motivos tuvo para ser la sombra de la luz urbana doliendo en la piel ajena, sangrando lágrimas de tinta, juntando cielo en un pañuelito húmedo, y sin embargo cuando simula caminar cerca...
- Ese silencio que se parece a ¿pensar?
- En que nunca te entendí mucho.
Nunca entendiste mucho, que es distinto. Tanta realidad corta la farsa de sutileza. Error, error... tanto Rubén y princesita hacen mal; fijáte que era lo único que tenía sentido porque no hay nada más irreal que el hecho de que la luna se parezca a la luna. Es trágico si lo pensás.


Y no bastaban los ojos. Sus ojos directo al nadir, contra acción abierta al más modesto vuelo de espíritu,. Ahora podría, ahora quisiera.
- Una pregunta.
- ¿Dónde?
¿Puedo? Maravillosa facilidad para la propiedad lingüística, pero claro que podés, me gustan los juegos. No es juego, calco borroso de Breton, nada de juego. Triste. No me importa; ¿qué ves en mí?. A mí; soy tus ojos.


Tampoco creo que hayas entendido mucho alguna vez. Intenté mostrarte demasiado, esquizofrénicamente comprensiva. El mundo posaba su frazada sudorosa sobre mis espinas pero es difícil comprender, yo sé que es difícil recorrer el sótano de la filosofía de oferta sin perder la dignidad, sin terminar un domingo a la tarde bajo la lluvia.
- Tu alma es como un cuadro de Frida Kahlo.
- Con un poco menos de vísceras. Igual te agradezco, infinitamente, aunque voy a abstenerme de interpretarte.
- La ley del menor esfuerzo, ¿no?


No creo que hayamos entendido que no nos une cariño ni rechazo. Tampoco el instinto de la anatomía. Comprensión del si sentido que teje de auroras la débil patología psíquica que se dice noche. A veces una lágrima hace verano.
- Solía pensar que nunca manejamos el mismo dialecto.
- Estás demasiado sensible, dejá de escribir.
Perdón, nunca me salió eso de la calidad literaria. Y se te nota.


Seguirá pasando el vértigo por las calles céntricas mientras los gritos ahogados derrumban las gargantas y el despertador es inverosímilmente más importante que el apocalipsis. Seguiré pensando que el azar dio motivos parecidos a la justicia poética. Soñará la gente su vida anestesiada y desdeñaremos la cursilería aunque leamos de a ratos el poema número quince. Jadearemos angustia, atacaremos sábanas floreadas, juraremos que jamás y prometeremos que siempre. No entendí, no entendió ni entenderemos nunca pero no tiene por qué importarnos.
¿Te parece que no nos importe?
Y es tan hermoso el entendimiento de la incomprensión que hasta me parece natural que seas vos y no yo quien ahora está escribiendo esto mientras yo lo arrebato para leer.

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