miércoles, 27 de septiembre de 2006

Los sostenidos

Sabe muy bien que va a caerse; hace más de media hora que intenta sostenerse, pero sabe muy bien que, apenas dé un paso en falso, todo su cuerpo caerá, todo su orgullo caerá, vuelto un fardo que apenas sí notarán los caminantes menos dedicados. Demora esa inevitable caída lo más que puede, mientras se pregunta si realmente vale la pena demorar algo; si no sería mejor, después de todo, aceptar que el equilibrio estable jamás va a ocurrirle y dejar de buscarlo como si fuera un síntoma de urbanidad. La demora automáticamente, como se demoran las partidas, las risas, el final de las canciones. Ya no entiende muy bien qué lo incitó a ese vértigo, pero le parece vital seguir soportando -con las suelas incrustadas en el cemento- todo su peso, el de los fantasmas, el de su sombra. Y cuando realmente el mareo que le invade las entrañas pueda más que su tenacidad, apelando a una ingenuidad casi indestructible, tan sólo espera que el mundo le dé una tregua para volver a subirse sin que muchos se den cuenta.


Óleo: Imposturas, de Amelia Díez Cuesta


Vals para Laura - Esteban Morgado

1 comentario:

Diluvio dijo...

Ana,

¿Que tal si sacas: "todo su orgullo caerá"?
Siento que se devela el poema y pierde sugestividad.

Bah, digo, me parece, creo yo.

Rodolfo