And because of all their tears
Their eyes can't hope to see
The beauty that surrounds them
Isn't it a pity
Hari Georgeson
Te vienen buscando las huellas. Con todo el dolor para aprender, tu cabeza sigue girando detrás del espanto, en el calabozo húmedo, frío y blanco. Te vienen buscando las venas. Los amores violados te cortan la sangre, las ventanas se apilan en tus pestañas manchadas de culpa, teñidas de llanto. Te vienen buscando los odios. Tu espera se encaja en la muda existencia del puño cerrado, de la ronca agonía, del mundo raído bajo las cobijas. Te vienen buscando las manos de mil penitentes vestidos de fuego, corriendo detrás de tu pena fingida, rasgando las aguas, brotando del miedo.
Con una rutinaria ceremonia sale por una pequeña puerta, saluda, se sienta en una silla aislada y aparentemente indómoda, sus rodillas consienten la presencia del cello entre ellas, se concentra, busca aire, pacencia, perfección. Ajusta los canales expresivos bajo la luz estética del pentagrama y, como por un artificio mágico de una sádica y vengativa musa, ejecuta con pasión la pieza más absurda de la historia musical. Llegado el ansiado silencio, la gente aplaude. Yo agradezco la ausencia de un tardío compás. Y huyo.
Es la suela, la fortaleza, un dolor oscuro, mi bastión insano. Es la única nostalgia que me permito, es la sólida sensación de lo perdido sin haber sido ganado. Es la bruma en mis zapatos, la mañana vacía, la trinchera del verano que se queja de la lluvia, la sutil conexión entre mis pasados. Era el comienzo, era el santuario, era el mundo recién parido. Eran mil ojos agazapados. Eran mis luchas. Y era infinito.