lunes, 17 de abril de 2006

Revolución fallida


Una tras otra fueron cayendo. No sabían acordarse del destino y una tras otra tenían que caer. No supieron reconocer un derrumbe, unas tras otras. No apuraron el paso, no se desorientaron, no se conmovieron al levantar los ojos, iban demasiado una tras otra. Las voces llamaron feroces, invocando al orden y a la mesura. Comenzaron a ir cada vez más unas tras otras. Se desmoronaron frente a los ojos de un espectador mudo que ya no se acordaba de llorar. Cayeron sobre la escena, ateridas y en un montículo, donde ya ninguna podía asegurar que hubieran caído una detrás de la otra.

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